martes, 4 de agosto de 2009

Homenaje a Juan Ramón

¿Oyes, Platero? La gente del pueblo dice que soy un hombre misterioso. Sí. Así dicen.
Sucede que ha llegado el otoño y mi carácter melancólico encuentra en esta estación la armonía que necesita.
Por lo tanto, cierro mis puertas y ventanas. Quiero decir mi alma. Tú me entiendes. ¿Verdad, Platerillo? Eres el único que me conoce a fondo.
Mira hacia tu derecha. Caen las hojas en sutil sonido acompasadas por el trote lento de ese otro burrito famélico. ¡Parece que no come tanto como tú!
El sol no tiene vigor para empujar las nubes grises y es un pequeño lunar en el amplio rostro de este firmamento.
¿Sabes, Platero?. Me ispiro mejor frente a la bruma del paisaje, aunque ella no nos deje ver la cañada.
Además, es bueno eso que dicen de mí. Tiene un halo de intriga saber que soy un ser misterioso.
Tus ojos me miran interrogantes. Nunca he pensado eso de mí.
Se deben referir al discreto encanto cotidiano de hablarte y componer mis versos; mientras tú comes las rodajas de sandía roja, sabrosa, jugosa.
Ha comenzado a caer una sutil llovizna que ahuyenta los gorriones. ¿Dónde irán a guarecerse? Quizás en el campanario de la iglesia.
Tú has visto pasar a los monjes, pensativos. Tal vez ellos también tengan algo de misterio.
Gaviotas de luz chisporrotean cerca de tu cabezota.
Es hora de volver al establo. Los relámpagos te dan miedo y tiemblas como un chiquillo.
El huerto se ve desnudo y descolorido. ¡Claro! Si está de visita el otoño y será huésped por tres meses. Comparto con él, mi simpatía de ser un hombre enigmático.

Juana Schuster

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